El pasado jueves, día 21 de mayo,
falleció en Valdepeñas Don Julián Ramírez Manzanares cuando estaba a punto de
celebrar los 67 años de su ordenación sacerdotal oficiada el 21 de junio de
1.953 en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de esta ciudad por el
entonces Obispo Prior don Emeterio Echevarría. Creemos recoger el sentir de
todos los valdepeñeros y valdepeñeras y, desde luego, de las Hijas de la
Natividad de María y del voluntariado del centro que regentan, si decimos que
hoy lloran su muerte y siempre sentirán su irreparable pérdida.
Después de su ordenación, Don Julián,
como le seguirán llamando sus vecinos de Valdepeñas, estudió Física y Química
durante un breve periodo de tiempo en la Universidad Complutense de Madrid
desde donde fue requerido como educador y profesor del Seminario Menor de
Ciudad Real. En ese quehacer se ganó el afecto, el respeto y el ejercicio de su
paternidad de todos los seminaristas con los que se relacionó y que ahora son
sacerdotes o seglares agradecidos a su magisterio. De ellos recibió la
consideración, el cariño y el permanente homenaje a su persona. En el Seminario
Menor permaneció hasta el año 1.974 en que el Obispo Prior don Juan Hervás le
nombró párroco de la iglesia de la Asunción de Valdepeñas. En ella ejerció como
tal durante los siguientes 32 años y como adscrito a la misma durante otros
ocho años más después de su jubilación. Sirvió a los valdepeñeros con su
ministerio sacerdotal y su bien hacer -de buena persona- durante más de cuatro
décadas de su vida. Y siempre lo hizo con su mejor sonrisa, con su espontánea
humildad y con su afectuosa cercanía. A muchos de ellos les bautizó, los
preparó para la confirmación, les dio la primera comunión, les casó y, cuando
llegaron al final de sus días, ofició su funeral. Todos en Valdepeñas recuerdan
a Don Julián en la celebración de alguno de esos sacramentos o en sus
encuentros con él por la calle. Y curiosamente, todos los valdepeñeros y las
valdepeñeras sienten que les une a él una particular amistad personal. Fue
generoso, sin que nadie lo advirtiese, y consiguió siempre mantenerse pobre de solemnidad,
aunque nunca le faltó un hogar en Valdepeñas donde sentarse a la mesa.
Don Julián fue la excepción que
confirma la regla y habiendo sido nombrado Hijo Predilecto de la ciudad de
Valdepeñas en 1.998 fue también profeta en esta tierra. Y ejerció como tal
desde la sencillez y sin hacer distingos entre pobres o ricos y sin discriminar
a nadie por ninguna razón, algo que él siempre pudo llevar a gala. Y la
ciudad de Valdepeñas le devolvió su aprecio en multitud de homenajes y
reconocimientos que a él le llenaban el corazón, pero de los que nunca se
vanaglorió.
Cuidó siempre a sus feligreses, pero
también lo hizo con la iglesia que les acogía, como corresponde a un buen
párroco. Y a las acciones que llevó a cabo al respecto durante sus 32 años de
responsabilidad sobre su patrimonio quiso jubilarse dejando una escultura de
San Lorenzo en la hornacina situada encima de su puerta norte.
A tal fin le pidió al señor alcalde que facilitase que en esa hornacina se colocara una escultura del segundo patrono de la Iglesia de la Asunción, es decir, del mencionado santo portando la parrilla de su martirio.
A tal fin le pidió al señor alcalde que facilitase que en esa hornacina se colocara una escultura del segundo patrono de la Iglesia de la Asunción, es decir, del mencionado santo portando la parrilla de su martirio.
Cuando
su estado de salud y la progresiva limitación propia de su edad aconsejó la
conveniencia de que recibiese un cuidado y una atención sociosanitaria más
continuados, Don Julián aceptó ingresar en la Residencia Nuestra Señora de
Consolación de Valdepeñas regentada por las Hermanitas de los Ancianos
Desamparados.
Allí realizó el necesario esfuerzo de
adaptación para integrase en el centro y recibió de las hermanas un excelente
cuidado hasta que fue necesario ingresarle en el hospital de nuestra ciudad. En
este último se produjo su defunción después de haberle tratado con todos los
medios (diagnósticos y terapéuticos) y todos desvelos (profesionales y
personales) necesarios para intentar sacarle adelante.
Probablemente podríamos llenar
multitud de páginas hablando de Don Julián, pero nos gustaría centrarnos aquí
en su relación con el Instituto Secular de las Hijas de la Natividad de María y
su presencia y labor en Valdepeñas.
Don Julián se llevó bien con todo el que tuvo ocasión de conocer y apoyó
decididamente a cualquier entidad social, cultural, profesional, religiosa o de
otra índole si llevaba a cabo su labor por el bien de los demás. En ese
contexto, también lo hizo con el Hogar del Gozo que fundaron las Hijas de la
Natividad de María cuando llegaron a Valdepeñas en el año 2.002. Curiosamente
esa fue la primera fundación que no realizó Don Baltasar, sino que lo hicieron sus amadas hijas. Don Julián ofreció su consejo y su
colaboración cuando se lo requirieron para la constitución de la asociación
"Natividad de María" y para el funcionamiento del Centro
socioeducativo del mismo nombre regentado por ellas. Hasta sus últimos días
acostumbraba a pedir a todo el que le hablaba de las "Natis" que las
ayudase porque le gustaba su labor y el carisma con que la llevaban a cabo.
En las tres fotos
que anteceden a este párrafo se ve a Don Julián, junto a las "Natis",
junto a una hermana del Hogar de Nazaret y junto a otros sacerdotes, en dos
de las ediciones de la Comida Solidaría que organizaba anualmente la hermandad
del Cristo en favor de las dos comunidades de vida consagrada de su parroquia y
a las que a Don Julián le encantaba acudir.
Y para describir más el apoyo y la admiración de Don Julián por las Hijas de la Natividad de María, por su carisma y por su labor, traemos hasta aquí una breve reseña de las dos visitas que realizó a la Grande Obra de Atocha en La Coruña. En la primera de las fotografías anteriores se muestra a Don Julián visitando el Museo y vestido con el manteo y el bonete de Don Baltasar. En la segunda aparece junto a Maria Pulleiro en el altar de la capilla de la casa madre de nuestras queridas "Natis". En la tercera fotografía Don Julián concelebra la misa con Don Gonzalo, el capellán de las Hijas de la Natividad de María en La Coruña. En el inicio de esa eucaristía, Don Gonzalo presentó a Don Julián como el Parroco Emérito de la Asunción de Valdepeñas. Y ahora, pasados algunos años, podemos valorar la intuición de ese capellán al nombrar así a nuestro querido párroco. Y en la última fotografía vemos a nuestro querido Don Julián paseando con María por el patio de recreo de la Grande Obra. Para terminar, decir que vino de allí maravillado por muchas cosas y especialmente por la pedagogía que Don Baltasar implantó en su Obra, adelántandose a su tiempo, como figura señera de la llamada Escuela Popular Católica.
Gracias por todo, Julián, y no te preocupes porque estaremos bien, como tú siempre nos deseaste, aunque ahora nos anegue la garganta una orfandad llena de lágrimas...
Y para describir más el apoyo y la admiración de Don Julián por las Hijas de la Natividad de María, por su carisma y por su labor, traemos hasta aquí una breve reseña de las dos visitas que realizó a la Grande Obra de Atocha en La Coruña. En la primera de las fotografías anteriores se muestra a Don Julián visitando el Museo y vestido con el manteo y el bonete de Don Baltasar. En la segunda aparece junto a Maria Pulleiro en el altar de la capilla de la casa madre de nuestras queridas "Natis". En la tercera fotografía Don Julián concelebra la misa con Don Gonzalo, el capellán de las Hijas de la Natividad de María en La Coruña. En el inicio de esa eucaristía, Don Gonzalo presentó a Don Julián como el Parroco Emérito de la Asunción de Valdepeñas. Y ahora, pasados algunos años, podemos valorar la intuición de ese capellán al nombrar así a nuestro querido párroco. Y en la última fotografía vemos a nuestro querido Don Julián paseando con María por el patio de recreo de la Grande Obra. Para terminar, decir que vino de allí maravillado por muchas cosas y especialmente por la pedagogía que Don Baltasar implantó en su Obra, adelántandose a su tiempo, como figura señera de la llamada Escuela Popular Católica.
Gracias por todo, Julián, y no te preocupes porque estaremos bien, como tú siempre nos deseaste, aunque ahora nos anegue la garganta una orfandad llena de lágrimas...
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